La indagación sobre la relación entre el transporte y el uso del suelo fue uno de los
aportes fundamentales al conocimiento de las ciudades incorporando, a mediados del Siglo XX,
una visión dinámica al concepto de estructura urbana. A model of metrópolis de Ira Lowry para
la ciudad de Pittsburgh, presentado en 1964, constituyó una piedra basal para el abordaje
sistémico al fenómeno urbano (Lowry, I., 1964).
Desde ese marco conceptual se ha observado como se ha comportado el territorio de la
Buenos Aires Metropolitana (BAM) en un período de fuertes cambios en los modos de
transporte utilizados, las estrategias residenciales y los centros de consumo colectivo.
Si bien la estructura urbana producto de un robusto proceso de metropolización temprana aun
persiste en el urbio y el suburbio, una nueva capa más dinámica de metropolización tardía con
patrones cerrados de urbanización nace en el periurbio y avanza hacia el núcleo central de la
metrópolis.
Las nuevas lógicas territoriales identificadas mostraron un repliegue del ejercicio de la
sociabilidad humana desde el espacio público a espacios privados o semipúblicos. Esta
tendencial hacia una interacción humana confinada limita los fundamentos de universalidad de
los asentamientos urbanos, atributo privilegiado del fenómeno social que históricamente se
conoció como ciudad.