De la necesidad al proyecto: el diseño del espacio público para el control del agua y la mitigación del Cambio Climático
DOI:
https://doi.org/10.5821/ctv.8634Palabras clave:
nuevas ecologías urbanas, aparcamientos sostenibles, teselas urbanas, espacio público activoResumen
El sustituir áreas naturales por superficies pavimentadas impermeables, típicas de la urbanización, no hace más que acrecentar los ya existentes problemas medioambientales de nuestras ciudades. La gravedad de las inundaciones, la falta de recarga de las faldas acuíferas, la erosión de los canales de agua naturales, la contaminación de las corrientes de agua, el aumento de las temperaturas estivas y las islas de calor, la fragmentación de hábitats naturales y la segregación urbana son solo algunas de las consecuencias a las que contribuye.
Trabajando correctamente con los espacios públicos urbanos, sus materiales, permeabilidad y distintos niveles de vegetación, y siguiendo algunas pautas de buena praxis, se pueden intentar mitigar todos estos efectos negativos. Un caso claro, en este campo, son las "wáter squares" desarrolladas en el norte de Europa, de las cuales hay importantes ejemplos en Rotterdam, ciudad que se ve fuertemente afectada por su compleja relación con el agua. Estas plazas, planteadas como espacios públicos multifuncionales, tienen la tarea de captar el agua de lluvia y de convertirse, en el caso de lluvias torrenciales o inundaciones, en cuencas de captación que filtran progresivamente el agua al subsuelo, aliviando así el problema del desbordamiento de la red de alcantarillado. Cuando esto no sucede, se quedan vacías y funcionan como áreas relacionales, de juego o de descanso, destacando los beneficios que se derivan de un diseño dinámico del espacio que no sólo está proyectado para una función, sino que es capaz de transformarse en función de las necesidades.
Así mismo, según este principio, y en otro orden de importancia en cuanto a su calidad como espacio público pero vital en cuanto a la cantidad de superficie que ocupan en nuestras ciudades, el aparcamiento puede desarrollar un papel fundamental como bien demuestran distintos proyectos y estudios que en las últimas décadas han decidido contribuir a revertir las consecuencias de la urbanización.
Una de las principales consecuencias del cambio climático son las lluvias torrenciales. Los árboles logran reducir los picos de lluvias, deteniendo y evaporando parte del agua, atenuando las lluvias finas y minimizando las fuertes. Las copas de los árboles pueden absorber hasta el 11.1% de las lluvias anuales, porcentaje que varía con el tipo de árboles usados, el período del año y la duración e intensidad de las lluvias, siendo mayor con árboles de hoja ancha, tormentas estivas de corta duración y baja intensidad.
Es práctica común que en grandes superficies pavimentadas como los aparcamientos se evacue el agua de lluvia tan rápido como sea posible a través del sistema de drenaje, vertiendo el agua en el curso de agua más cercano. Lo que parece ser el uso lógico de estas instalaciones resulta, sin embargo, que cuando las lluvias son muy fuertes, estos canales producen una fuerte descarga, erosionando rápidamente el lecho del arroyo, arrastrando la vegetación y los escombros existentes en sus orillas, y dejando un curso amplio y rocoso. Parece más lógico imaginar un sistema de retención de agua in situ que pueda fomentar una evacuación progresiva del agua, evitando la escorrentía del agua y promoviendo un flujo constante que alimente los acuíferos.
Los estacionamientos también contribuyen al efecto isla de calor producido en las superficies de asfalto que no tienen en cuenta la vegetación, lo que hace que estas superficies sean de 20º a 40º más cálidas que las vegetadas, llegando a sufrir una variación de 48,8º a 17,2º
El objetivo de este artículo es remarcar la vital importancia que un correcto diseño de nuestros espacios públicos puede tener sobre la adaptación de nuestras ciudades al cambio climático y a la mitigación de sus efectos. Actuando sobre pequeñas teselas de la superficie urbana con unas bases de buena praxis, podemos crear redes de mayor envergadura que logren minimizar los efectos de una urbanización descontrolada. Imaginemos una nueva red ecológica a la que contribuyan eficazmente todos los espacios públicos, considerando éstos no como actuaciones aisladas sino como un sistema continuo, logrando una mejora considerable de nuestro entorno urbano y trabajando por contrarrestar los efectos del cambio climático.
A través de una metodología inductiva se analizarán distintos casos que en las últimas décadas han trabajado sobre estas temáticas para poder elaborar un decálogo de buenas prácticas.